26 feb 2009

Anatomía del Espíritu



"Es que el Cuarto Chakra, o Chakra Cardíaco es la residencia del Señor, el hogar de Dios en nuestro ser, Jesús también lo dice como siempre, sin decirlo, o sea metafóricamente, "...y sepan que el Reino de Dios está en medio de ustedes" .


El cuarto chakra es la estación central del sistema energético humano. Al estar en el centro, media entre el cuerpo y el espíritu y determina su salud y fuerza. La energía del cuarto chakra es de naturaleza emocional y contribuye a impulsar el desarrollo afectivo. Este chakra representa la lección espiritual que nos enseña a manifestar el amor y la compasión y a reconocer que la energía más potente que tenemos es el amor.

Ubicación: Centro del pecho.

Conexión energética con el cuerpo físico: Corazón y aparato circulatorio, costillas, pechos, timo, pulmones, hombros, brazos, manos y diafragma.
Conexión energética con el cuerpo emocional/mental: Este chakra se hace eco de nuestras percepciones emotivas, las cuales determinan la calidad de nuestra vida mucho más que las percepciones mentales. Cuando somos niños reaccionamos ante las circunstancias con toda una gama de emociones: amor, compasión, envidia, confianza, esperanza, desesperación, odio, celos y miedo. Cuando somos adultos, se nos desafía a generar en nuestro interior un ambiente y una estabilidad emocional con los cuales actuar conscientemente y con compasión.

Conexión simbólica/perceptiva: El cuarto chakra representa más que ningún otro nuestra capacidad para «abandonarnos en las manos de Dios». Con esta energía aceptamos nuestros problemas emocionales como una prolongación del plan divino, cuya intención es nuestra evolución consciente. Liberando el dolor emocional, liberándonos de la necesidad de saber porqué las cosas han ocurrido como han ocurrido, llegamos a un estado de serenidad. Para lograr esa paz interior, sin embargo, tenemos que adherirnos a la energía curativa del perdón y liberarnos de la necesidad inferior de justicia humana autodeterminada.

Conexión sefirot/sacramento: El cuarto chakra corresponde con la sefirá de Tiféret, que simboliza la belleza y compasión que hay en Dios. Esta energía representa el corazón de lo Divino, que derrama sin cesar la fuerza vital nutritiva. El sacramento del matrimonio se corresponde con la energía del cuarto chakra. Como arquetipo, el matrimonio representa el primer y principal lazo con uno mismo, la unión interior del yo y el alma.

El desafío inherente al cuarto chakra se asemeja al del tercero, pero es más complejo espiritualmente. Mientras que el tercer chakra se centra en los sentimientos hacia nosotros mismos, el cuarto lo hace en los sentimientos hacia nuestro mundo interior, nuestra reacción emocional a nuestros pensamientos, ideas, actitudes e inspiraciones, así como en la atención que prestamos a nuestras necesidades emocionales. Este grado de compromiso es el factor esencial para entablar relaciones sanas con los demás.
Miedos principales: Miedo a la soledad, al compromiso y a «obedecer al corazón»; miedo a la incapacidad de protegerse emocionalmente; miedo a la debilidad y traición emocionales. La pérdida de energía del cuarto chakra puede dar origen a celos, amargura, rabia, odio e incapacidad de perdonar.

Fuerzas principales: Amor, perdón, compasión, dedicación, inspiración, esperanza, confianza y capacidad para sanarse uno y sanar a otros.

Verdad sagrada: El cuarto chakra es el centro del poder del sistema energético humano porque El amor es poder divino. Si bien generalmente la inteligencia, o «energía mental», se considera superior a la energía emocional, en realidad esta última es la verdadera motivadora del cuerpo y espíritu humanos. El amor en su forma más pura, es decir, el amor incondicional, es la sustancia de lo Divino, con su infinita capacidad para perdonarnos y responder a nuestras plegarias. Nuestros corazones están diseñados para expresar belleza, compasión, perdón y amor. Va en contra de nuestra natura¬leza espiritual actuar de otra manera.

No nacemos expertos en amor, sino que nos pasamos la vida aprendiendo. Su energía es poder puro. Nos sentimos atraídos e intimidados por el amor en igual medida. El amor nos motiva, nos domina, nos inspira, nos sana y nos destruye. El amor es el combustible de nuestro cuerpo físico y espiritual. Cada uno de los desafíos de la vida es una en¬señanza sobre algún aspecto del amor. La forma en que respondemos a estos desafíos queda registrada en nuestros tejidos celulares; vivimos dentro de las consecuencias biológicas de nuestras elecciones biográficas.

Aprendizaje del poder del amor
Dado el poder que tiene el amor, vamos conociendo esta energía en fases o etapas. Cada fase nos presenta una lección sobre la intensidad y las formas del amor: perdón, compasión, generosidad, amabilidad, cariño por uno mismo y los demás. Estas fases siguen el diseño de los chakras: comenzamos a conocer el amor dentro de la tribu, asimilando las numerosas expresiones de esta energía de nuestros familiares. El amor tribal puede ser incondicional, pero generalmente transmite la expectativa de lealtad y apoyo a la tribu: en el ambiente tribal el amor es una energía que se comparte entre personas de la misma ciase.

Cuando despierta el segundo chakra y conocemos los lazos de la amistad, el amor se amplía para incluir a «extraños.» Expresamos el amor queriendo a personas con las que no nos unen lazos sanguíneos y compartiendo con ellas.
Cuando el tercer chakra despierta, descubrimos el amor de las cosas externas, de nuestras necesidades personales, físicas y materiales, entre las cuales puede estar el deporte, los estudios, la moda, el galanteo y el emparejamiento, el trabajo, el hogar y el cuerpo.
Estos tres chakras tienen que ver con el amor en el mundo externo.
En alguna época de nuestra civilización, estas tres prácticas del amor eran lo único que requería la vida. Muy pocas personas necesitaban algo más que el amor tribal y de pareja. Pero con el advenimiento de la psicoterapia y el movimiento de la espiritualidad, el amor se identificó como la fuerza que influye y tal vez determina la actividad biológica. El amor nos ayuda a sanar a otras personas y a nosotros mismos.
Las crisis de la vida cuyo núcleo es un problema de amor, como el divorcio, la muerte de un ser querido, el maltrato emocional, el abandono o el adulterio, suelen ser causantes de una enfermedad, no sólo un acontecimiento que la precede por simple conciencia. La curación física suele requerir la curación de los problemas emocionales.
Jack, un carpintero de cuarenta y siete años, invirtió una parte importante de los ahorros de su vida en una empresa creada por su primo Greg. Definiéndose como un «novato en los negocios», Jack me contó que Greg siempre daba la impresión de saber exactamente lo que hacía con las inversiones, y le prometió que esa importante inversión le produciría beneficios suficientes para jubilarse anticipadamente. La esposa de Jack, Lynn, tenía serías dudas respecto a invertir todos sus ahorros en una empresa que no les garantizaba los beneficios, pero Jack confiaba en su primo y creía que todo resultaría exactamente como estaba previsto.
Al cabo de cuatro meses la empresa fracasó y Greg desapareció. Dos meses después, Jack sufrió un accidente en el trabajo y se lesionó la parte inferior de la espalda. Empezó a sufrir de hipertensión, se encerró en sí mismo y se fue deprimiendo cada vez más. Asistió a uno de mis seminarios porque Lynn lo obligó a acompañarla, desesperada por sacarlo de ese estado de incapacitación.
Algunos trastornos son tan evidentes que cualquier persona desconocida puede hacer las conexiones e imaginar la causa. El estrés económico de Jack, junto con la sensación de que su primo se había aprovechado de él, sin duda le hacía arder de rabia la psique, lo cual le debilitaba la espalda y el nervio ciático. Su ira era también causa de la hipertensión, ya que no paraba de pensar en el error que había cometido al creer en las promesas de abundancia de su primo. Jack esta¬ba «enfermo del corazón» debido a la traición de Greg y a la sensación de haberle fallado a su esposa.
Cuando mi charla llegó al tema del perdón, Jack se puso tan irritable que pidió permiso para salir de la sala. Yo no quería que se marchara porque sabía que necesitaba oír la información que iba a presentar, pero al verle la cara tuve muy claro que quedarse sólo aumentaría su malestar. Lynn le habló como si en la sala no hubiera nadie aparte de ellos dos, le cogió la mano y le dijo que, aunque se estaba castigando por lo que consideraba un acto de estupidez, ella pensaba que había actuado por amor. «Jamás creeré que un acto de amor sea recompensado con dolor —añadió—. Si cambias de perspectiva y te atienes a la verdad de que apoyaste a alguien a quien amabas porque eso era lo que te parecía correcto, entonces, de alguna manera, todo resultará bien para nosotros.
Jack se echó a llorar, pidió disculpas balbuciendo y le dio las gracias a su esposa. Los demás participantes del seminario también estaban profundamente afectados y decidieron tomarse un descanso para darles una cierta intimidad a Jack y Lynn. Cuando estaba saliendo de la sala, Lynn me pidió que me acercara a ellos. «Creo que ya podemos irnos —me dijo—. Estaremos bien.»
Pasados unos meses contacté con Jack y Lynn para saber cómo estaban. Lynn me dijo que Jack había vuelto al trabajo y que, aunque la espalda todavía le causaba algunas molestias, ya no le dolía tanto. Tenía la tensión arterial normal y ya no estaba deprimido. Los dos se sentían notablemente liberados del desastre económico porque ambos fueron verdaderamente capaces de perdonar lo ocurrido y continuar viviendo. "No hemos sabido ni una palabra de Greg —aña-dió—, pero suponemos que debe de estar pensando en este desastre mucho más que nosotros.»

Esta pareja es un ejemplo del poder espiritual de la energía del corazón. La compasión que pasó del corazón de Lynn al cuerpo de Jack le dio a él el apoyo que necesitaba para perdonar a su primo, perdonarse a sí mismo y continuar con su vida.
Amarse, el camino hacia lo Divino
La expresión «Si no te amas a ti mismo no puedes amar a nadie» es muy común. Sin embargo, para muchas personas amarse a sí mismas continúa siendo un concepto vago que se suele manifestar de diversas formas materiales, como com¬prarse un montón de cosas por capricho o tomarse unas fabulosas vacaciones. Pero recompensarse con viajes y caprichos, es decir, utilizar el placer físico para expresarse afecto, es el amor del tercer chakra. Si bien este tipo de recompensa resulta placentero, puede obstruir el contacto con las turbulencias emocionales más profundas del corazón, que surgen cuando necesitamos evaluar una relación, un trabajo o algu¬na otra circunstancia difícil que afecta a nuestra salud. Amarse a sí mismo, como desafío del cuarto chakra, significa tener valor para escuchar los mensajes de las emociones y las directrices espirituales del corazón. El arquetipo al que con más frecuencia nos guía el corazón para sanar es el del «niño herido».
El «niño herido» que hay dentro de cada uno de nosotros contiene estructuras emocionales lesionadas o atrofiadas de nuestra juventud, en forma de recuerdos dolorosos, actitudes negativas e imágenes personales disfuncionales. Sin darnos cuenta, podríamos continuar actuando dentro de estas estructuras cuando somos adultos, aunque con otras modalidades. Por ejemplo, el miedo al abandono se convierte en celos, y el abuso sexual en sexualidad disfuncional, lo que suele ser causa de una repetición de las mismas violaciones con nuestros propios hijos. La imagen negativa que tiene un niño de sí mismo puede convertirse después en causa de disfunciones, como la anorexia, la obesidad, el alcoholismo y otras adicciones, o en temor obsesivo al fracaso. Estas modalidades pueden dañar las relaciones afectivas, la vida personal y profesional, y la salud. El amor a sí mismo comienza por enfrentarse a esta fuerza arquetípica del interior de la psique y liberarnos de la autoridad del niño herido. Si no se curan, las heridas nos mantienen anclados en el pasado.

Extracto del libro "Anatomía del Espíritu" de Caroline Myss

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