25 ene 2008

"Cenizas y Nieve"

Sorprende a Gregory Colbert respuesta de México ante “Ashes and Snow”

Destaca el fotógrafo la gran cantidad de personas “hambrientas” de naturaleza.

México, D.F.- México es el lugar donde la muestra “Ashes and Snow” (Cenizas y nieve) ha encontrado el mayor número de personas “hambrientas de tener contacto con la naturaleza”, afirmó el fotógrafo canadiense Gregory Colbert, para quien este trabajo es una oportunidad de compartir “sus sueños en voz alta”.

Entrevistado en el Museo Nómada, construido en la Plaza de la Constitución de la capital mexicana, Colbert reconoció que no esperaba tal recibimiento y menos que tras la inauguración todos los días la gente siga fluyendo en grandes cantidades.

El público mexicano, afirmó a Notimex, “ha sido como un anoréxico que no se da cuenta de que no tiene hambre hasta que le ponen la comida enfrente, sólo que ésta es para alimentar el espíritu humano”.

Visiblemente entusiasmado, explicó que una de las cosas que más le ha agradado es sentir esa energía colectiva que se respira en el recinto, donde la gente se ha mostrado tan respetuosa.

Lo ves en sus caras, no puedo pedir una recompensa más grande, gracias a México que dio la bienvenida a los elefantes”, comentó.

Ahora, expuso, espera que en el Zócalo la gente se inspire a cumplir con la naturaleza, porque, según él, es un lugar donde todo puede ocurrir, donde es posible que la experiencia se traduzca en acciones y él “esperaría que pasara algo más después de ésto”.

Otra situación que lo halaga es que los organizadores le han dicho que a seis días de su apertura, la muestra se ha convertido aquí en la más visitada de un artista vivo, lo cual sin embargo no lo hace sentir especial ni siquiera famoso.

“Soy una persona común y corriente, un hombre paciente, curioso, siempre en busca de explorar las maravillas de la naturaleza, pero, sobre todo, alguien a quien le gusta vivir el ahora, que no piensa en la posteridad sino en el presente”, afirmó Colbert, para quien la posteridad y la fama son conceptos de mucho ego.

En su opinión, ser una celebridad “es una máscara que te puede comer la cara y el rostro, yo no lo soy; estoy aquí y ahora, hablándote. Tengo familia, amigos y hermanos, como todos, si acaso un pequeño don con las cámaras, pero no me siento de ninguna manera diferente”, puntualizó.

De hecho, agregó, ni siquiera pensó en ser famoso, “no es ni fue mi ambición, me gustaría que fueran famosas las cosas maravillosas de los elefantes, los manatíes, digamos que soy el soporte en la orquesta de la naturaleza, la protagonista es ella”.

Tampoco se considera un artista, pues para él esa es una palabra pretenciosa y el ego no tiene cabida en él, pues piensa que su arte no es realmente suyo sino de todos con quienes ha decidido compartirlo.

“Creo -dijo- que todos los artistas tienen que sentirse transformados por algo y esa transformación es la que quieres compartir con otros, pero no es acerca del yo, sino del nosotros, dicen que no te ames a ti mismo sino el arte en ti, que pertenece a todos”.

Si lo haces en ese espíritu, añadió, hay algo primario en las imágenes, un lenguaje casi universal que logra trascender, porque si bien le encantaría hablar aquí en español, aunque lo haga en inglés, se comunica con un lenguaje que todos parecen entender.

Quizá, opinó, porque desde su concepción, el museo es un espacio cálido, donde no se siente uno distante respecto a los objetos que se observan, un espacio que invita a contemplar pero también a olvidar la lógica humana del tiempo.

Porque desde un principio su idea ha sido compartir este sueño de vida, aunque hace 17 años no imaginara la trascendencia que alcanzaría este trabajo que refleja su paso por lugares tan recónditos como Sri Lanka, Egipto, Etiopía, Namibia, Tibet, Nepal, Kenia o Birmania.

Entonces, dijo, el mundo era diferente, moral y éticamente, aún no se pensaba en este balance que hoy se tiene que cuidar; “las personas sabían que había problemas pero no había alarma, ahora las cosas son diferentes, porque la vida ha cambiado muy rápido.

Hoy, añadió, el mundo se ha dado cuenta que esa prosperidad que quería no funcionó porque se volvió frágil, precaria y está perpetuando un conflicto con la naturaleza.

Y esa es justamente una de esas cosas que no se pueden decir con “palabras humanas”, porque se quedan cortas frente a un elefante o a los colores y el plumaje de un pájaro, o una ballena que salta sobre el agua, agregó el artista nacido en Toronto, en 1960.

En esos casos, aseveró, la manera más fácil de transmitir esta poesía son las imágenes “y tener la humildad de no tratar de encasillarla en palabras humanas, porque son obras de teatro de la naturaleza, que sólo hay que sentir”.

A 17 años de haber iniciado sus expediciones, Colbert ha visto muchos paisajes y convivido con diversas culturas que le han dejado algo vital. Hasta hoy, sostuvo, no podría decir que un lugar es mejor que otro, pues en toda la naturaleza percibe el arte, humano y natural.

Por eso, agregó, así como se ha preservado una pintura de Frida Kahlo o un escrito de Octavio Paz, la gente tiene que darse cuenta de que se debe cuidar la naturaleza.

En ese sentido, agregó, se siente comprometido a explorar las maravillas en México, por lo que en los próximos seis meses trabajará de Yucatán a Baja California y todo lo que hay intermedio, para que la próxima vez que traiga una muestra ésta se hable “en mexicano”.

Aunque no quiso detallar el tema que abordará su trabajo en territorio nacional, comentó que le interesa la pluralidad cultural y recordó que si bien cuando llegaron los españoles hubo un vuelco en la historia de México, tal vez aquí, en 2008, cambie la relación de todos estos indígenas con la naturaleza y tras la exposición “estemos escuchando la historia de los padres de Latinoamérica”.

En términos de historia y riqueza natural, afirmó, México y Sudamérica son de los sitios con más suerte en el mundo, aunque la gente no siempre lo sepa, así que tal vez su trabajo ayude “a que se den cuenta de los regalos que han recibido”, concluyó.







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